Los días de tal y cual no son una mera celebración. En realidad son necesarios para volver la atención hacia un colectivo o un problema concreto y para reivindiar derechos o protestar contra una situación determinada.
Como decía Mariano José de Larra hace dos siglos, "escribir en España es llorar". Desconozco cuales serían sus razones para pronunciar semejante alegato, pero lo cierto es que doscientos años más tarde esa afirmación sigue igual de vigente, sino más.
El problema no es escribir, todos los que lo hacemos es porque sentimos esa necesidad y nos hace felices crear historias y personajes, juntas palabras y frases e inventar bonitas figuras literarias. El problema viene después, cuando queremos dar a conocer nuestro trabajo para el disfrute de los lectores y recibir alguna satisfacción después de mucho tiempo y esfuerzo, de trabajo solitario y minucioso. El favor del público es nuestra mejor recompensa. Y también la compensación económica, porque se escribe por amor al arte, sí, pero también los escritores comemos y pagamos facturas.
¿Pero cómo llegamos a ese público si ninguna editorial quiere publicar nuestro libro?
Hoy día parece casi imposible que una editorial acepte un manuscrito, por eso muchos recurren a la denostada autoedición, denostada no sin razón, puesto que todo vale en una plataforma gratuita (en principio) o pagando a una editorial-imprenta que tampoco nos va a poner ninguna pega con tal de embolsarse un buen dinero. Con lo cual en ese mundo al margen de la edición tradicional va a caber lo bueno y lo malo, lo extraordinario y lo pésimo, y es difícil y se hace complicado distinguir el grano de la paja.
En este punto quiero dar las gracias a los lectores que dan confianza a libros y autores que no están respaldados por una editorial y a las editoriales que se molestan en hurgar en ese mar sin fondo de la autoedición para encontrar alguna perla.
Y si tienes suerte y te publica una editorial te encuentras con el irracional reparto pecuniario en el que elautor (sin el que no existiría el objeto de negocio) se lleva la parte más exigua. Aquí os dejo un gráfico que lo explica mucho mejor que yo.
En fin, que sí, que escribir en España es llorar. Pero ahí seguimos los sufridos escritores y escritoras contra viento y marea porque no lo podemos evitar: escribir es nuestra razón de ser. Al menos, la mía.
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