Y terminamos la crónica de mi estancia en Nepal con un poco de turismo.
Me despedí de la escuela una semana antes de regresar a España para poder pasar unos días de descanso conociendo algo más del país. Álvaro se tomó aquella semana de vacaciones para acompañarme, y cuando yo me fuera, él regresaría a Tikapur para seguir con su trabajo en la escuela.
Nos fuimos a Pokhara, la ciudad más turística de Nepal, y pasamos un par de días allí disfrutando de paisajes de ensueño: la cordillera del Himalaya, cuyas cumbres nevadas podíamos divisar desde nuestro hotel, y el gran lago Phewa, que refleja las montañas en sus aguas.
Pokhara es el polo opuesto a Tikapur. Teníamos la sensación de estar en cualquier localidad de las costas españolas, con las calles llenas de tiendas y restaurantes y plagadas de turistas. De allí salen los trekins a las montañas y todo está orientado a ese boyante negocio. Pero es bonito y nos lo merecíamos :)
Después volvimos a Katmandú. Cuando llegamos en enero apenas habíamos tenido tiempo de ver nada. Paseamos de nuevo por Durbar Square, visitamos el Templo de los monos y algunos lugares más, e hicimos compras en las tentadoras tiendas; me traje bolsos, foulards, lámparas... y porque no tenía más dinero ni sitio en la maleta, que si no...
En el momento de partir mis sentimientos estaban encontrados: me daba pena dejar aquello pero también deseaba volver a casa. Y lo más duro de todo, me enfrentaba a una nueva separación de mi hijo al que dejaba muy lejos y no sabía cuando volvería a ver... Pero él es así. Los dos somos así, espíritus aventureros.
Y eso tiene un precio.
Qué bien, amiga. Gracias por compartírnoslo.
ResponderEliminarSaludos
Un viaje maravilloso. ¿Te lo imaginabas cuando escribiste "Nunca fuimos a Katmandú"?
ResponderEliminarSeguro que tu hijo está feliz y traerá muchas y nuevas experiencias para contarte.
Me gustan los espíritus aventureros.
Un abrazo.
Un viaje de ensueño
ResponderEliminarGracias por tu relato
Besos
Hola José,
ResponderEliminares un placer para mi revivirlo.
Saludos
Maribel,
ResponderEliminarni en sueños podía imaginarmelo.
Envidia me da mi hijo, que sigue allí :)
Besos
Cantares,
ResponderEliminarasí es, un viaje inolvidable.
Besos
De tal palo, tal astilla. Verás como pronto lo tienes más cerquita (a tu hijo me refiero).
ResponderEliminarVivir libremente es un lujo, no obstante las estrecheces que en ocasiones puedan sobrevenir.
Un beso bien grandote.
A mí también me gustan los espíritus aventureros y libres. Tiene un alto precio ser así, sí, ¡pero vale la pena! Solo se vive una vez y ¿por qué no hacerlo intensamente? Gracias por compartir tu viaje, Lola. Hasta ahora no me había enterado de que lo estabas publicando en el blog. Ahora ya te sigo.
ResponderEliminarCuriosa tu relación con Katmandú. Por el libro, por el viaje, por tu hijo...
ResponderEliminarUn abrazo
Isabel,
ResponderEliminarno estoy yo muy segura de eso.
Más bien creo que me tocará perseguirlo allá a donde vaya.
Pero bueno, así viajo :)
Besos
HOla Carmen!
ResponderEliminarEStoy totalmente de acuerdo contigo, la vida hay que vivirla.
Me alegro de tenerte por aqui.
BEsos
Uno,
ResponderEliminartienes razón. Nunca habría imaginado que Katmandú llegaría a ser tan importante en mi vida.
BEsos