Muchos de esos autores a los que las editoriales rechazaron en su momento por diversas razones, y no necesariamente porque su obra no fuese lo bastante buena, triunfaron en las plataformas digitales y luego fueron esas mismas editoriales las que les ofrecieron contratos para publicarlos en el formato tradicional.
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Jane Austen autopublicó su novela Sentido y sensibilidad |
Estamos en el siglo XXI y el mundo literario, como todo, ha cambiado mucho. La tecnología nos brinda nuevas posibilidades tanto a escritores como a lectores. Y no nos hace mejores ni peores publicar de una forma o de otra, igual que un libro publicado por una editorial no es bueno por definición.
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Marcel Proust financió la primera parte de En busca del tiempo perdido |
Yo misma publico tanto con editoriales como por mi cuenta. Mi última novela, Con la muerte en los tacones, la he publicado en Amazon, y la próxima la publicará una editorial. ¿Soy buena escritora cuando me publica una editorial y soy mala cuando me autoedito? Supongo que nadie pensará semejante tontería...
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que en la autoedición no hay filtros, nadie nos dice si lo que hemos escrito merece la pena o es una bazofia, y hay actitudes irresponsables que no nos ayudan. Como por ejemplo que una escritora comente en una red social que está ayudando a su hijo de nueve años para que publique en Amazon "algo" que ha escrito... O que alguien declare sin pudor que no le gusta leer, pero que eso no le impide escribir y publicar sus libros. También hay quien se autopromociona en las redes sociales sin el menor respeto por la ortografía ni la sintaxis, lo que ya da una idea de lo que nos podemos encontrar en sus novelas...
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Virginia Woolf creó una editorial para publicar sus obras |
No nos queda otra que confiar en la inteligencia de los lectores que saben, y así lo demuestran, separar el trigo de la paja. Y por esa razón hay novelas que se hunden en el pozo sin fondo de Amazon (mientras sus autores se quejan por ser unos incomprendidos) y otras consiguen destacar y mantenerse, y sus autores se van consolidando y ganándose la confianza del lector.
No se es escritor porque uno pueda juntar letras y formar palabras y llenar con ellas cuatrocientos folios. Igual que no se es futbolista por darle patadas a una pelota en el parque, ni siquiera se es chef por llevar toda la vida cocinando para la familia. Ser escritor, como cualquier profesión, exige dedicación, esfuerzo, constancia, seguir aprendiendo cada día y dudar siempre de uno mismo.
Me diréis que quien quiera escribir está en su derecho de hacerlo. Por supuesto, pero respetemos este maravilloso oficio y tengamos consideración con los lectores que, a la postre, son los destinatarios de nuestro trabajo.
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